Pedro Antonio Encina, el director del grupo de científicos, ha explicado que las algas “necesitan dióxido de carbono para crecer y generan oxígeno”, mientras que las bacterias aerobias presentes en los efluentes “necesitan oxígeno para sobrevivir y liberan dióxido de carbono”. Esta simbiosis es muy eficaz en el tratamiento de aguas fecales porque las bacterias aerobias, que son las encargadas de oxidar y eliminar contaminantes orgánicos presentes en los efluentes, crecen. Por otra parte, las microalgas necesitan luz y otros nutrientes, como nitrógeno y fósforo, para su fotosíntesis. Esta demanda supone un mayor rendimiento del proceso de tratamiento, ya que el nitrógeno y el fósforo son dos compuestos que presentan las aguas residuales y que también se intentan eliminar. Los sistemas simbióticos de microalgas y bacterias son relevantes en el tratamiento de residuos agrícolas e industriales debido “a su bajo coste de instalación y mantenimiento”. Así, el grupo de investigación los ha implementado “con éxito” en el tratamiento de efluentes ganaderos como purines de cerdo y vaca o gallinaza (estiércol de gallinas); así como en melazas (producto derivado de cañas y remolacha tras la extracción del azúcar), residuos del petróleo o efluentes de matadero, en el ámbito industrial.

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